Se abre la hembra fértil en la noche;
Noche eterna sin hombres.
Palpita su sangre espesa en el barro
Calcina el hambre y el llanto llega.
Caen despacio llenando el misterio
Quebrando del monte, el canto.
Se avivan los muslos moldeados
Y los pechos cinchan el deseo.
En el remolino que transgrede la piel
Llega, desmoronando las treguas.
Se va quedando en la lengua
Vertiginosa la palabra.
Se suceden las glorias en la semilla
Y el prodigio sobreviene en la savia.
Es un caudal poblado de peces;
Alimento y milagro para el pueblo.
Esperanza desplegando las alas
Otorgando la sombra que cobija.
Entre memoria y piedra,
La mujer se desprende de la lluvia.
Y su vientre es una vasija
Que se rompe en el llanto del hijo.
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