jueves, 3 de marzo de 2011

cuento inconcluso 02'

Es de noche( otra noche más) salgo a caminar para huir de mis carceleros. Permítanme presentarme,-Soy el cura del pueblo. En este lugar nací y aquí mismo fue donde decidí seguir el camino de servir a Dios. El mismo Dios que hoy me encarcela. Hoy me confesión será llevada por el viento hasta las entrañas mismas de las sombras que dominan el paisaje; pues estas palabras que pueden entenderse como un perjurio ante los oídos de una persona piadosa; no pueden ser escuchadas por ningún ser humano.
     Todo comenzó una tarde en la iglesia, mientras acomodaba los últimos detalles para la misa de las diez. Al principio solo el aire pareció enrarecerse pero consumido en mi tarea no preste atención hasta que llegó el murmullo de las voces, que me estremeció hasta la medula, en un escalofrió intenso. Mi cuerpo se paralizó seguro de la presencia ajena a la vida terrena.
    No paso demasiado tiempo para que  se revelaran a mi vista como seres animados por alguna extraña fuerza. Todas las imágenes de la iglesia cobraron vida,..Incluso el cristo mayor se retorcía entre la sangre que manaba de sus heridas, blasfemando. Todo es producto del sueño pensé. Producto del cansancio  y la extrema lectura, asumí. Pero las visiones se mantenían intactas. Trate de gritar en el terror que creí propiciado por el mismo demonio, pero nada salió de mi voz.  Huí con la rapidez que pude hacia la sacristía pensando en encontrar a los monaguillos y así fue, allí estaban conversando amenamente. Cuando llegue se sobresaltaron por mi semblante y preocupados me asistieron. Quise explicar lo sucedido pero cuando recorrí a las palabras, ellas se ordenaron solas y solo pronunciaban plegarias. Los monaguillos comenzaron a reír creyendo todo producto de una broma de mi buen carácter. En mi interior el miedo paralizaba mi aliento. Cada vez que trataba de contar lo sucedido, otra plegaria escapaba de mi garganta. Agarre un papel cualquiera y trate de escribir pero sucedió exactamente lo mismo.
    Podía hablar y escribir sobre lo que quisiera menos sobre las visiones que me acosaban constantemente. Estaban destinadas solo para mis sentidos y conocimiento. Por fin entendí que nada podría hacer para explicarme y acepte el desdichado destino.
          A partir de ese día, se acercaban en las noches y susurraban secretos ininteligibles a la razón humana. En el día, los veía vagar por los recintos oscuros y algunas veces, en la inmensidad del silencio, se levantaban en clamores implorando paz.
     No hay descanso para mí, sobre la tierra y ellos me han profetizado que  tampoco encontraré la paz en la muerte.


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