Beatriz llega de la mano de la noche y se detiene en el portal a mirar un lucero. Se queda en la misma senda subiendo hacia la escuela, desde las ultimas cañas Beatriz es una estrella mas. En sus ojos flamean sus sueños mas allá del patio de tierra y él último perro que la mira con ojos de hambre que nunca se calla.
En los días que se siguen anda el duende robando almas. El viento le dijo que tiene un sombrero y que no tiene sombra.. Quizás de niña, su madre le contara algunas historia pero ya no las recuerdas,... a veces cree que se las olvido en el arroyo mientras lavaba la ropa. Ella supone que se enredaron en la espuma y el agüita se las llevo. Tampoco puede pedirle a su mamita que se las cuente otra vez porque a ella se llevo la muerte una tarde de mucho calor.
Beatriz no tiene miedo porque sabe que esas cosas no pasan y que la vida si se pasa y no tiene tiempo para perder con historias que el viento le cuenta. Beatriz tiene diecisiete años y pocos misterios. La miseria se arrastra por los rincones donde Beatriz coloca margaritas blancas para espantarla. Luego se duerme mitigando el frío con la esperanza de otra vida posible.
Otro día se abrió desde el canto del gallo, con una tristeza diferente enrareciendo el aire como un presagio. Beatriz transita el día desde tempraneras faenas cotidianas y una escuela siestera que la encuentra cansada. Manuel, la mira y ella se pone nerviosa como siempre que el la mira y se le olvida el cansancio.
Él la mira y se llena de ilusiones... Cada día la espera con impaciencia a la entrada del colegio con margaritas blancas.
Beatriz sonríe y Manuel siente que el amor se desborda en su corazón. Hace tiempo que el la quiere. Hace tiempo que la sueña.
La tarde le deja lugar a las sombras que se olvidaron de traer la luna, Beatriz regresa a su casa pensando en el fueguito del brasero mientras frota sus manos donde el frío descansa sin apuros. Pensando también en Manuel que le dijo que mañana la esperaba en la plaza con las margaritas blancas y una pregunta que hace tiempo ella espera..
El susurro del viento en las cañas le dice Beatriz que no tome el caminito del arroyo. Pero Beatriz no lo escucha, esta cansada y tiene frío. El viento le dice –no tomes el caminito que lleva al arroyo- Pero Beatriz solo piensa que el caminito es un atajo certero a su casa. El viento repite la advertencia, le dice que la espera el olvido y la noche trae otro rostro pero Beatriz solo piensa en la mirada de Manuel y arrima las margaritas a su pecho.
El caminito es una boca oscura como el destino y Beatriz entra con la misma dulzura de siempre. El viento se calla porque Beatriz ya no lo escucha ni volverá a escucharlo. Solo quedan, con un nombre enredado entre sus pétalos, las margaritas blancas.
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