jueves, 3 de marzo de 2011

Facundo Barboza (02')

  Despertó de la siesta, un poco confundido y somnoliento. La atmósfera se condensaba en el sudor que se deslizaba pegajoso en su piel. Dificultosamente abrió los ojos, tratando de definir los objetos que le rodeaban. Todo parecía intacto, atemporal y silencioso. Meditó un instante como esperando descubrir algún pequeño disturbio y sin ningún resultado, desaprobó a la realidad inmediata.
  Sin identificar las causas, pensó en su rostro reflejado en el espejo, que le mostraba una imagen ajena y sintió vergüenza.  Decidió  no volver a enfrentarse a esa superficie, que se resistía y se le escurría como una serpiente por el cuello. Una serpiente que  no lo dejaba respirar.
   De repente el hambre interrumpió  y pensó en comprar un poco de pan;  Pero el mismo sopor lo detuvo y sus manos no pudieron abrir la puerta. Un instante fue suficiente para condensar el mundo como un infierno posible El soplo imperceptible de un espacio distinto, normalizo el recelo y se dijo- "todo pasa."                                          
        Olvidando el pan, recurrió al vino  y revolvió su casa en busca de un escenario propio y privado. Dejó que el tiempo transcurriera sin apresurar las respuestas y cuando el reloj descansó en las cuatro de la tarde se detuvo y comprendió su naturaleza. No era el día, era su esencia. Esa tormentosa esencia que lo amurallaba del mundo, del mundo donde estaba ella. Advirtió para su mala suerte que había empezado el vaso sintiéndose en una mala racha, y terminado la botella, aceptando el mundo en su visión.
   Cuando la noche llegó, los ojos le pesaban como la soledad y la necesidad  de compañía. Pero nadie llegaba. Solo ella con sus muñecas marcadas por los cortes tajantes de algún instante inevitable, merodeaba sigilosa.
El  gato se acercó, buscando el descanso en sus piernas y trato de  acurrucarse para dormitar. Lo dejó caer pesadamente y el animalejo, frustrado en su intento, decidió buscar el abrigo de un sillón cercano. Por un instante se observo absorto desde la perspectiva del gato y sintió odio de si mismo.
          El vino olvidado bajo una cama, se encendía en el vaso. Mientras que en su cabeza, brotaban espectros y en algún rincón el mismo demonio estaba acechando. El ambiente se llenaba de las palabras que escupía el condenado. Pero él, nunca las escuchaba.
        Por suerte nadie percibía lo que sucedía en él y eso lo tranquilizaba.   Se sentía satisfecho de ser considerado como igual, y creo sus propias medidas para no cometer nunca un error que lo delatara. Las llevaba escritas en un papel que guardaba celosamente en su billetera.
          Una vez más, recurrió a ellas y sacando con cuidado el pliego, leyó buscando consuelo:
           No creer en lo que los ojos muestran, engañan a la ficción propuesta.
          Ignorar toda palabra sin esencia y sin procedencia materializada y/o palpable.
          No hablar de la realidad propia.
          La muerte es ajena a mis manos.
          No importa lo que suceda, siempre se preserva el alma.
         Las incoherentes palabras lo regresaron. Eran el único bálsamo y amuleto que funcionaban para su desesperada conciencia. Era dueño de una realidad externa ( no podía ser de otro modo) pero se consideraba en desventaja y quizás por ello se conformaba con esas líneas. Finalmente el corazón,  había comenzado a tranquilizarse y profundamente agotado, se entrego al sueño.
   
 Al día siguiente, cuando despertó, inicio el ritual cotidiano y luego, sin dudar, salió a la calle. El miedo se había silenciado y ella afilaba sus navajas en algún recodo de la mente, esperando el momento oportuno. Ignoro todo vestigio del día anterior y sacó un cigarrillo.  Fumó tranquilamente, disfrutando cada pitada camino al trabajo. Cuando lo terminó solo pudo decir. -Es una pequeña porción de lo real-  Sin ceder se dirigió a su consultorio, donde atendía a sus pacientes. Al abrir las puertas principales, se detuvo un instante, a observar la lustrosa placa que en detallada caligrafía, indicaba: Facundo Barboza,  Médico Psiquiatra

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