No sirve tronar los dedos ante la miseria de las flores que recogieron cuando secos pétalos, boca abajo, cayeron sobre el amarillo resplandor muerto
Elegantes pasaban las niñas vestidas de riguroso blanco
con cintas sobre las sienes, casi laureles, casi espinas consagrando a la mujer por venir.
Entre las piernas un caleidoscopio en ronda estallaba en cardenales
pasan las niñas desempolvando la tarde mustia de los hombres
No sirve tronar los dedos secos sobre el luto ajado de los manteles, en galerías que nadie recorre cuando el ala del cuervo pasa sobre las doce.
Los hombre pasaron después, seguidos de sus hijos, cabezas entregadas de animal al sol entre moscas que asfixiaban los gemidos de las viejas sobre los morteros. Pasaron.
Alguien les tiro una piedra para liberarlos de otro pecado similar al de la vida.
No sirve tronar los dedos les estalla los huesos como maíz sobre mortero de tarde crepitar arrullo o sollozo
Las viejas sentadas al borde de una cornisa de palomas y gallinas miran la procesión sin vírgenes ni santos. Muelen en llanto el alimento parco por el viento norte de tierra agria de piel cortada por los rosarios de tanto milagro.
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